Amor sobre las tablas

Los aplausos del público retumbaban en mis oídos. Debía ser el día más feliz de mi vida sin embargo aquella sería la última función en la que las manos de Derek apretaran mi cadera.

Años unidos por el ballet y alejados por un director que se oponía a que el amor fluyera entre los miembros de la compañía. La ovación duró al menos 3 minutos. No quería que acabase hasta que nuestras miradas se cruzaron al bajar el telón…

Su abrazo fue tan fuerte que sentí como mis costillas se desplazaban en el interior de mi minúsculo cuerpo. No podía soltarme y no quería que lo hiciera. Permanecimos en esa posición el espacio de tiempo necesario como para quedarnos solos. Miramos a nuestro alrededor y solo vimos la oscuridad que nos proporcionaban las oscuras telas de terciopelo que cerraban la sala. Era el momento elegido para hacer realidad nuestro deseo más carnal, nos deseábamos tanto que no reparamos en hacer el amor sobre las tablas.

Me besó tan dulce que me habría bastado con ello pero Derek quería más. El olor de su piel después de la actuación activó mis feromonas y comencé a sentir calor en mi entrepierna. Las medias me picaban y la curiosidad también. Quería probar todo su cuerpo, deseaba saber que se escondía tras esas mallas y así fue. Se descubrió de cintura para abajo y quedó totalmente desnudo ante mi mirada. La belleza de su cuerpo me hizo vulnerable mientras él me desnudaba quedando tan sólo tapada por la muselina de mi tutú.

Hicimos el amor tan lento que el espacio tiempo se detuvo. Los gemidos ahogados por el miedo a ser descubiertos hacían aumentar la tensión y la excitación sobre el escenario. Su lengua viajaba de mi cuello a mis caderas, estabilizando su ritmo cuando descansaba en mis pezones. Nunca tuve mucho pecho por lo que al abrir su boca podía succionar la mayor parte de mis tetas. Mientras disfrutaba de su lamido volvía loca a mi clítoris con esos circulitos que hacía con sus dedos alrededor de él. Sudada yacía sobre el tibio suelo de madera sintiendo en mi muslo como el pene de Derek aumentaba al ritmo de mis pulsaciones.

Volvió con su lengua hasta mi boca enzarzándose con la mía en una pelea de pasión. Se deshizo de la única tela que me cubría y me penetró tan suave que pensé que aún bailaba encima de mi cuerpo. Desee que llegase ese momento con tanta fuerza que intenté retrasar mi orgasmo el mayor tiempo que pude hasta que por fin exploté de amor.

Nuestro orgasmo significó un adiós. Él seguiría con su vida, viajando de país en país y conociendo a otras bailarinas más altas, jóvenes y con talento. Mientras yo, haría frente a la lesión en mi rodilla que me apartaba de los escenarios. Las despedidas siempre se me dieron mal. Me levanté, puse mis atuendos en su lugar y marché corriendo hacia los camerinos. El día de mi primera función me ocurrió exactamente lo mismo pero entonces corría emocionada para quedarme. Ahora huía de un sino que no habría deseado ni para el peor de mis adversarios. Mi vida hacía piruetas mientras abandonaba a Derek desnudo sobre las tablas.

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