Cuernos terapéuticos, el principio del fin

Hay quienes consideran que poner los cuernos es una forma de superar la monotonía y reforzar los lazos de unión con la pareja, pero en realidad es una manera de justificar una situación a la que nunca se debería haber llegado

El ser humano es uno de los pocos animales monógamos que existen en la tierra. Esto quiere decir que estamos "condenados" a vivir eternamente con la misma persona. Antes de que eso suceda buscamos desde la adolescencia a esa media naranja que nos complemente física, psíquica y sexualmente para establecer una unión con la esperanza de que dure eternamente.

Sí, es cierto, la idea anterior puede que esté anclada en el pasado y que ya nada es como en la época de nuestros padres, unos años en los que todo "aguantaba" por el bien de los hijos, de la familia y del "qué dirán." Sin embargo, en pleno siglo XXI tenemos el mismo concepto de pareja que en el pasado y por eso hay quienes aún consideran que el noviazgo, la boda, los hijos y la familia es el desarrollo normal de la vida de todo ser humano.

Aguantar, lo que es aguantar, se sigue aguantando pero cada vez más son las excusas para envejecer junto a la persona amada. Una de ellas los cuernos. A la infidelidad de una noche, o la infidelidad prolongada se le une la "infidelidad terapéutica" o lo que es lo mismo, poner los cuernos por el bien de la pareja.

La infidelidad terapéutica no existe. Realmente es una autoafirmación del cerebro para evitar tener conciencia y consciencia de una acto realizado con cordura en un momento determinado y al que se ha llegado por unos motivos. Yo soy de las que opinan que los cuernos no destruyen parejas, sino que la pareja está rota antes de que uno de los dos tenga affaire. Es por ello por lo que considero que ir a terapia con un sexólogo es clave para salvar una pareja antes que poner los cuernos como terapia de choque.

Hay quienes consideran que al poner los cuerpos se valora más lo que se tiene en casa. Error. Cuando se llega hasta este punto, hasta los mismos cuernos han salido rana. Vuelves al calor del hogar conyugal dándote golpes en el pecho por haber traicionado a la pareja pero al final te reafirmas en que valió la pena para volver a sentir lo que creías perdido.

No dudo de este sentimiento. Como tampoco pongo en tela de juicio las necesidades sexuales y sentimentales de cada uno. Lo que está claro es que la calma chica, es decir cuando en el mar no se mueve ni una ola, solo es el preludio de una tempestad anunciada.

La infidelidad destroza la pareja, terapéutica o no, destruye la confianza y es el comienzo de una sucesión de reacciones adversas (como la de los cuernos vengativos). Si además la pareja es consciente de lo sucedido solo puede tomar dos decisiones: seguir adelante o cortar por lo sano. En el caso de no romper la relación no sólo es importante el perdón, también el olvido.

Es complicado pero no imposible. La terapia con un sexólogo es esencial para poder seguir adelante. Para ello es necesario evaluar en qué punto está la relación y los porqués de haber llegado a cometer una infidelidad. Del perdón es necesario  pasar a la reconciliación estableciendo unos parámetros por parte de ambos, siendo conscientes de los fallos y construyendo unos pilares para poder volver a afianzar la pareja.

Está claro que no solo el que pone los cuernos es culpable de la caída en picado de la pareja. Dos personas que se quieren y que no tienen carencias no ponen los cuernos. No es que esté echando balones fuera y sacando la cara por el infiel pero en ocasiones puede que sus razones tengan.

Los aspectos que conllevan a una infidelidad son múltiples. Desde un conflicto contante en pareja, estrés, monotonía, carencia de sexo o empatía por parte de la otra persona, falta de afecto o dificultades emocionales a largo plazo.

Todas y cada una de las situaciones anteriores se pueden superar con comunicación, hablando y acudiendo a un psicólogo o sexólogo. Tener un amante solo es una vía de escape al día a día que acabará por mermar a la pareja y a uno mismo. Los cuernos terapéuticos no existen, el egoísmo sí. Pensemos por un momento con el cerebro sin dejarnos llevar por los órganos sexuales poniéndonos en el lugar del otro. Si algo no se quiere se deja, pero no hay necesidad de hacer sufrir a otras personas que confían en que en algún momento la relación pueda salir a flote.

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