Solo un instante

"En esa posición yacía durante minutos, los suficientes para que su boca se quedara sin saliva y sus labios se empaparan de mí".

La recordaba saliendo del instituto con su carpeta forrada con las caras de los Back Street Boys. Habían pasado casi 20 años desde que María apareció en mi vida. Llegaba a Madrid desde su ciudad natal, Barcelona. Nunca me arrepentiré de haberle dejado hueco a mi lado en la cafetería del instituto…

Se convirtió en mi mejor amiga, tanto que con el tiempo me llegó a contar sus ligues, la forma con la que se enrollaba con los tíos que más le ponían, la manera en la que conoció al amor de su vida, Roberto, el actual capullo que a día de hoy le había dejado por otra.

Cuando se casó con él decidí escapar del dolor y vagabundeé por el mundo durante años hasta que un día en Praga me reencontré con María. Ahora era ella la que necesitaba echar a volar lejos del cerdo que le había cortado las alas. No sé muy bien si fue por despecho, por cariño o simplemente por recordarle a él pero aquella noche ella decidió no volver a su hotel.

Pasamos horas y horas haciendo el amor. Por fin pude sentir su piel sudando sobre la mía. Resbalaba por mi costado hasta la parte más baja de mi vientre y en esa posición yacía durante minutos, los suficientes para que su boca se quedara sin saliva y sus labios se empaparan de mí.

Cuando volvía el rostro hacía mi cara era incapaz de mantener la mirada fija en mis ojos. Dijo que me quería mientras la penetraba suave. Era maravilloso poder acariciar sus carrillos y hacerle estremecer cuando mis dedos bajaban por su cuello. Era doloroso pensar que en su mente, quizá, yo sólo era el instrumento sexual que la transportaba en ese mismo instante hasta Madrid, con Roberto.

Con cada penetración disfrutaba de esos momentos que habían merecido la pena pasar con ella. Aunque fuera sufriendo sabía que este día llegaría. El instante en el que mi nariz se colara entre sus pechos y oliera lo más profundo de su aroma a mujer, mientras una gota de sudor cabalgara desde el canalillo hasta su ombligo.

Le di la vuelta y así, a cuatro patas, admiré la belleza de sus curvas como nunca antes lo había hecho. No niego que cada vez que íbamos a la piscina la imaginaba desnuda, caliente y jadeante como en ese momento, tanto que esas noches tórridas de verano acababa acudiendo al onanismo para que mis deseos más íntimos se hicieran realidad en lo más profundo de mi mente.

Ahora me estaba dando placer, que no amor. Era lo que siempre había deseado pero no de esa forma. Aun así le hice el amor, probé su dulce sexo, eyaculé en su vientre y me quedé dormido en su pecho. Al despertar ella seguía a mi lado. Más bella aún con el maquillaje corrido y el pelo revuelto. Me sonrió y miró fijamente. Quise guardar ese instante, pararlo, hacer que se detuviese el tiempo antes de que me dijese que era y sería para toda la vida su 'mejor amigo'.

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