Visión nocturna

Eran casi las tres de la mañana y aún no había conseguido conciliar el sueño. Demasiadas preocupaciones rondaban mi cabeza. La compra del piso nuevo, mi operación del pecho, la renovación en el trabajo y un novio que ya estaba lo bastante preocupado con mirarse al espejo como para fijarse en que por fin me había quitado los 13 kilos que cogí tras el embarazo.

Puse los pies en el gélido suelo de mármol de la habitación y me dirigí hacia la cocina. Un vaso de leche caliente, la dormidina y mirar un rato por la ventana ayudarían a que mi cerebro desconectase del estrés de mi día a día.

La lluvia caía sin pausa y parecía que no quería descansar. Cuando parecía que la pastilla comenzaba hacer su efecto, la luz del piso de en frente volvió a encenderlos de curiosidad. Una pareja se besaba de forma desenfrenada. Ella aún vestida apretaba los carrillos del culo del hombre mientras que el chico sostenía sus pechos por encima de su blusa. Por un momento me retiré de la ventana. No quería que me pillasen mirando pues para nada era una salida pero realmente la situación me resultaba excitante. Además, si yo apagaba la luz de la cocina jamás sabrían lo que me habría estado masturbando mientras ellos hacían el amor.

Acababan de llegar al barrio. Se trataba de una joven pareja de Zaragoza. El chico había conseguido la permuta como Policía Municipal de Madrid y ella se había colocado como monitora del gimnasio de enfrente de la guardería de mi hija. No hace falta decir que ambos eran guapos, esbeltos y aun disfrutaban de su vida sexual. Se llamaba Gabi y mentiría si dijese que no me había fijado en él. Ahora al verle desnudo me resultaba aún más interesante. Algo más que una porra de policía tenía entre las piernas. Hacía tiempo que no veía un aparato de esa envergadura...¡La iba a destrozar si se la mete con el cuerpecín de su novia! -reí muda.

La chica se llamaba Sophy. Francesa de origen y maña de acogida. Elegante en sus movimientos mientras masturbaba a su chico y embrutecida en sus gestos tras meterse el falo en la boca. Me recordaba al extraño caso del Doctor Jekyll y Mister Hyde. Metí la mano por debajo de mi pantalón y retiré mis braguitas. Comencé a frotar mi clítoris en forma de círculos. Al principio suave y poco a poco dándole vida a mis gestos. Era imposible que me viesen. Ellos estaban tan calientes que todo lo que pasase a su alrededor carecía de sentido y yo, en la oscuridad de mi cocina, lo agradecía.

Parece ser que Sophy estaba seca pues, tras sacar el miembro de su chico de la boca, dio un trago al vodka que tenían en la mesita de noche. Se puso de pie y frente a él, de espaldas, se bajó el tanga negro hasta los pies. Curvó su cuerpo de tal manera que toda su vagina descansaba en el rostro de Gabi. Con las dos manos el chico cogió los carrillos de su culo, los aparató y comenzó a chupar el sexo de su novia. Ano, clítoris, vagina... La cara de la chica era la de la victoria. Jamás me había comido un hombre de esa manera a mí. Que envidia.

Fue entonces cuando la mujer gimió de tal manera que su graznido llegó hasta el cristal de mi ventana. Había conseguido llegar al sumun del placer y yacía tirada en la cama. Lo más impactante de todo es que el hombre no pidió más. Abandonó la habitación desnudo y después de un rato, el tiempo necesario para que yo también acabase mi trabajo, llegó con el pijama puesto y directo a enroscarse en la cama.

Aquella noche no tuve pesadillas. Desde el momento que me sumergí entre las sábanas dormí profundamente hasta que la alarma de mi despertador se disparó a las 8 a.m. Sólo durante un minuto, antes de coger el sueño, pensé en Gabi y Sophy. ¡Me recordaba tanto a mi relación cuando empecé con Manu! Silencio. Lluvia.

A la mañana siguiente salí de casa. Como siempre apresurada. Algo me hizo tropezar en el descansillo de mi puerta. Una pequeña caja de cartón con un sobre dentro. Lo abrí con recelo y leí con el cerebro: ''Las cosas que bien comienzan mejor acaban. Mientras me mirabas te desee tanto que me guardé para ti. Atentamente. Gaby''.

Comprendí que todas las parejas, jóvenes o senior, liberales o conservadoras, homos y heterosexuales, tarde o temprano y como el paso del tiempo, llegan a tener algún tipo de carencia sexual.

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