El agua saciante de Arturo

Mi madre solía decir ''no digas 'de este agua no beberé'''. ¡Y cuánta razón llevaba! Me llamo Unai y hasta ayer mismo era el tío más hetero del mundo. De esos de ''por detrás ni el pelo de una gamba''... Nunca he sido mucho de comer marisco... pero hay gambas que están tremendamente sabrosas.

Llegué lo bastante tarde como para darme una ducha, cenar algo y meterme en la cama. El viaje había sido horrible. En las interminables horas en el tren me había acompañado Arturo. Era un ser raro, inquietante. Cabeza rapada, grandes músculos y un tatuaje que emergía del cuello de su camisa hasta el lado que no veía de su oreja.

En la empresa me habían comentado que era un tío bastante afable y entretenido pero se pasó con los cascos en los oídos y sin mediar palabra conmigo desde que salimos de Barcelona. A la llegada a Milán nada fue a mejor. Me robaron la cartera, tropecé al bajar del tren, me hice una esguince en el tobillo y para colmo, el taxista que nos debía trasladar rápidamente al hotel, se confundió y nos llevó a la otra punta de la ciudad dando vueltas durante dos horas por todo Milán.

¡Por fin en el hotel! Una cama entera para mí, una ducha calentita y un ibuprofeno...El éxtasis me duró cinco minutos, los que estuve a remojo en la bañera. Alguien llamó a la puerta y con la toalla enroscada en mi cintura abría.

-Vaya Arturo... Cuánto tiempo.

Por lo visto, en la empresa se les había olvidado que a la convención veníamos los dos, por lo que esa noche debíamos compartir cama. A mí, la idea me resultaba violenta, ofensiva. ¡Compartir lecho yo con otro hombre después de haberme metido en la cama a más de 500 mujeres en mis veintiocho años!

-Anda ven aquí.

Arturo sacó crema de su mochila y comenzó a darme un masaje en el pie. Por lo visto, además de licenciado en ADE también era fisioterapeuta. Tenía unas manos preciosas. Como el resto de su cuerpo. Un pensamiento lascivo se me pasó por la mente mientras masajeaba mi dolorido tobillo. Me imaginé esas mismas manos tocando mi pene y se me puso dura.

Su mirada subió por encima de mis rodillas y pude ver que mientras me observaba el rabo se le escapaba una leve sonrisa de los labios.

-¡Oye, oye... que yo no...!

- Tranquilo, -dijo Arturo- yo no he sido el que me he puesto cachondo tocándote el pie.

Cayó en la cama como un niño después de un día de parque. A mí, sin embargo, me costó bastante dormir. No entendía la reacción que había tenido mi cuerpo ante el masaje de Arturo pero aún entendía menos cómo deseaba que abriera los ojos y mis fantasías con su mano se hicieran del todo ciertas.

El ruido de la ducha me levantó. Palpé las sábanas y sólo estaba la forma de la espalda de Arturo en ellas. La puerta del baño estaba entreabierta y no pude evitar mirar. Tenía un rabo imponente, enorme, grande y gordo. Jamás había visto nada igual. Su cuerpo estaba totalmente enjabonado. Su tatuaje, ahora del todo visible, bajaba por su cintura y acababa en la cadera. Otra vez estaba empalmado. Se giró y me pilló mirándole. De nuevo esa sonrisa.

-¡Entra, no tengas miedo! Ya estaba acabando...

Mientras me lavaba los dientes, Arturo se puso tras de mí. Se secaba la cabeza, el pecho, el culo...Yo no podía dejar de mirarle. Por fin totalmente desnudo me bajó los calzoncillos y me dejé hacer.

Inclinó mi cuerpo hacía el lavabo y comenzó a besarme el culo. Era tremenda la excitación que sentía. Me lamía por detrás de los testículos mientras que con la mano me masturbaba. ¡Mírate! Y me tiraba del pelo hacia atrás para vernos reflejados en el espejo. Yo gritaba de placer, me encantaba lo que me estaba haciendo pero fue mucho mejor cuando comenzó a penetrarme con un dedo.

Pensé que me estaba mareando del frenesí. No sé cómo lo hizo que ante tal compenetración ''mano-dedo'' llegué al orgasmo más increíble que había tenido en la vida. No contento con dejarme feliz, me la metió en la boca. Apenas me cabía pero el sabor era maravilloso. Tan dulce, tan agradable. Se la comí con mucho gusto. Tanto como el que le dio a él después de pasados cinco minutos.

Aquella mañana Arturo y yo la pasamos en la cama haciendo el amor. Aún teníamos tiempo antes de la reunión de la tarde. Salimos a comer y durante el postre analicé la situación. Tenía claro que me seguían gustando las mujeres pero aquel hombre no era normal. ¿Y si me había enamorado de Arturo? ¿Qué le diría a Alicia, mi novia, cuando llegara a Barcelona? La verdad es que aquella sonrisa me volvía completamente loco. Como os he contado al principio, mi madre siempre dice eso de ''no digas 'de este agua no beberé'''. Ahora estoy sediento de ese hombre y a pesar de lo ''súper hetero de mi cerebro'' mi corazón se ha vuelto más gay que nunca.

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