En forma de deseo

Perdió la apuesta. Tan sólo tenía que saltar de un lado al otro del charco sin mojarse las botas. Ahí la tenías. Empapada de los pies a la cabeza.

Es cierto que de no haber sido por el saliente de la cera jamás hubiera caído al agua pero el daño ya estaba hecho.

Maika solía pasar de mis clases de dibujo. Ella era más de gym. Se pasaba las horas muertas haciendo ciclo, cogiendo hierros y yéndose a correr por la ciudad. Yo sin embargo era mucho más tranquila. Leer, dibujar y hacer sudokus eran mis planes perfectos para una tarde de sábado. Aún así, ambas llevábamos complementándonos tres años y medio.

Ella salió pronto del armario. En realidad nunca hizo falta que nadie le sacara. Su aspecto rudo de chica mala, sus partidos de fútbol y su brusquedad a la hora de hablar apuntaban maneras. Yo era más delicada y sensible pero jamás, hasta el día de la apuesta, había notado que dentro de mí se encontraba una auténtica bomba sexual.

Maika salía del aseo de la escuela de arte con una bata de satén negra. Debía posar desnuda delante de todos. Sentada sobre una silla de madera y con las piernas unidas tan sólo por la rodilla. Totalmente colorada se despojó de sus ropajes para dejar toda su piel al aire. Era perfecta. Un cuerpo modelado por el deporte y la dieta. Una sonrisa esculpida por los dioses. No pude evitar subir el termómetro de mi libido.

Mientras dibujaba su contorno observaba como el resto de hombres la miraban con deseo. Gracia me hacia el saber que jamás se metería en la boca nada que estos tíos tuvieran entre las piernas. Sus pezones estaban cada vez más erectos. No sé muy bien si era porque hacía más frío en la estancia o porque también le subía un calor interno.

De vez en cuando esbozaba una sonrisa. Pasaban los minutos y su retrato parecía un calco de mi realidad. Un culo perfecto que sombreaba con la cera de mi deseo. Sólo pensaba pillar en el baño a Maika. Dos horas y media después casi todos habíamos terminado menos una chica que se peleaba aún con las dimensiones de su nariz. Me acerqué a ella para echarle una mano.

A Maika no le gustó mi gratitud. La cercanía en la que mis pechos se encontraban de la boca de mi compañera hizo despertar a la bestia que llevaba dentro y de un respingo se levantó de esa silla que había sido su cárcel durante minutos. ¡Ya está bien por hoy! Me cogió de la mano y me llevó hasta uno de los baños.

¿A ti te parece bien traerme hasta aquí, desnudarme delante de todos, ponerme cachonda con cada trazo y terminar dándome celos con una rubia ? -Dijo. Y comenzó a quitarme la ropa de forma desenfrenada. Sólo la parte de debajo. Me metió los dedos. Todos menos el pulgar que utilizaba para dar vueltas al rededor de mi clítoris. Ella sabía cómo ponerme cachonda. Justo cuando no quedaba nada para que me corriera saco su mano de mi interior y me obligó a que le comiera entera.

Mi lengua se adentraba en su vagina como una anguila. Sabía tan rica que succionaba en su interior para saborear todo su jugo. Maika me cogía de la cabeza para pegarme mucho más a ella. Había segundos en los que apenas podía respirar. Al estirarme del pelo obligó que toda mi boca se centrara en su clítoris dando bocados a este pequeño garbanzo de placer que aumentaba de tamaño con cada chupada. Fue en el último estrujón cuando llegó al orgasmo y derramó su jugo alrededor de mis labios. De nuevo me estiró del pelo pero esta vez para dirigirme hacia su boca y limpiar los restos que había en mi cara con su propia lengua.

¿Cómo no podía estar enamorada? Una obra de arte hecha únicamente para mí y con sabor a vida, a sexo, a mujer. Digna de ser expuesta en un museo. Conseguí mi propósito de pintarla y ella, como siempre, recibió mi muestra de gratitud en forma de deseo.

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