La liberación de Úrsula

Eran las tres de la tarde. Justo quedaba media hora para despedirme de la jornada. Mi fin de semana no auguraba ser muy divertido pero cualquier cosa era mejor que aguantar a la estirada de mi jefa en la oficina. Úrsula era una mujer separada, extremadamente conservadora. Solía vestir con pantalón de elefante y camisetas de cuello vuelto. Dada su estatura de 1,82 hacía temblar hasta el último ratón en la empresa. Una coleta estirada y los labios rojos enmarcaban una cara con las cejas afiladas. Una bruja de cuento capaz de hacer realidad los deseos carnales de cualquier hombre en la vida real...

La alarma de incendio sonó descontrolada. Úrsula y yo nos encontrábamos en el despacho ultimando sus citas para el próximo lunes.

-¡Déjala sonar! Seguro que es otro maldito simulacro- dijo en modo imperativo.

Por el olor a humo no lo parecía, pero debe ser que aparte del sentido del humor también tenía atrofiado el del olfato. Para cuando quisimos salir todo estaba nublado. Bajamos hasta la planta cuarta desde el noveno por las escaleras. Parecía que el incendio venía del último piso. Nadie en los pasillos. Sólo el sonido de las sirenas de los bomberos nos acompañaba en la huida. De repente el tobillo de Úrsula cedió a la altura de sus tacones y cayó por las escaleras.

-¿Estás bien?- Pregunté.

-Todo lo bien que puedo estar habiéndome hecho un esguince... Creo que no puedo andar...

No quiso que la dejase sola. Lloraba como una niña desconsolada. Me abrazaba aterrada por el miedo y la oscuridad de los pasillos. Parecía que el incendio había remitido pero Úrsula quiso permanecer inmóvil hasta que llegaran los servicios de emergencias. Mientras, sólo demandaba mis brazos.

El calor se hacía insoportable por momentos. Sudábamos. Nuestras prendas se pegaban a la piel de tal manera que se adivinaba el tejido del encaje de su sujetador y un canalillo que presagiaba unas tetas inmensas y maravillosas. Se me puso tan dura al imaginármela desnuda que ella intuyo las ganas que siempre había tenido de echarle un polvo.

Debió ser ese el motivo por el que se liberó del calor y también de su camisa. Sí, sus pechos eran enormes. Mejor de lo que me había imaginado. Ella no paraba de quitarse el sudor del interior de su canalillo con los dedos repitiendo una y otra vez el calor que hacía en el pasillo.

Quise aliviar la situación preocupándome por su tobillo.

-Déjame que te de un masaje, te aliviará.

Pero entonces me miró con ojos lascivos y exclamó...

-El masaje me lo podías dar en otra parte...

Me fui hacia ella con ganas de comerle la boca. La besé tan fuerte que pude notar cómo se quejaba de mis mordiscos en sus labios. Le corrí el carmín por toda la cara y presionando su barbilla le metí los dedos en el interior de la vagina.

Mirándonos a los ojos y casi sin pestañear olvidábamos lo rocambolesco de la situación. Su pantalón bajado hasta las rodillas impedía que le diera más placer por lo que la desnudé por completo sólo permaneciendo con el sostén abrochado.

Le saqué las tetas por encima de la prenda de tal manera que mientras la penetraba se movían alocadas de arriba hacia abajo, como si quisieran escapar de la cárcel de tela y encaje a la que estaban sometidas.

Quise hacerles un favor parando sólo un momento para pellizcar y mordisquear sus pezones rositas. Eran enormes y estaban totalmente erectos. Ella gemía con cada succión y pensé que si le encantaba mi lengua en las tetas sería mucho mejor cuando me encontrase entre sus piernas.

Bajé más abajo del límite de sus caderas y me la comí entera. Ahora sudábamos a mares. Se corrió en mi boca y yo le besé la suya. Dulce el sabor de su sexo en mis papilas. Me dejó seguir con el juego y volví a su interior. Estuvimos jugando un rato hasta que por fin me desbordé en su monte de venus. Permanecimos sentados el uno frente al otro durante minutos hasta que a lo lejos se escuchó como alguien venía a liberarnos. Úrsula esbozó una pequeña sonrisa y me dio las gracias.

Atónito pregunté...

-Gracias a mí ¿Por qué?

-Raúl, ¿No te das cuenta?...Me has liberado mucho antes que los servicios de emergencia...

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